domingo, 21 de noviembre de 2021

Solos. Muy solos ante las miserias.

Solos. 

Nos encontramos tan solos. En la soledad de la miseria.

Insolidarios ante la continuidad de la pandemia.

¡Qué pena! ¡O qué alegría! Dirán unos u otros.

Cada cuál, con mejor o peor ocurrencia.

Que todo o casi todo lo dejemos en manos de la espabilada ciencia.

¿Estaremos perdiendo ya la poca paciencia?

¿Incluso la conciencia?

Tendríamos que ir preguntando a quién de verdad lo supiera:

¿Cuáles están siendo o serán  las principales consecuencias? 

Aunque en realidad,

no sabemos en qué realidad nos situamos.

¿Abuela, Madre, hija o nuera?

A los otros. Si acaso, los citamos después. O ni eso, siquiera.

Por tanto, seguimos con ellas, una, otra o cualesquiera:

no tiene mayor o menor vergüenza. Ni utiliza salmuera.

Ninguna, aparentemente,  con mala o regular,

pero sí notamos algo de modesta apariencia.

¿Y los individuos dónde se encuentran?

Esparcidos o dispersos o extraviados o  perdidos. Así que,

¡Dejémosles fuera!

Continuarán sin fuerza ni resistencia.

Tampoco, lo que se está pronunciando en todas las lenguas:

resiliencia.

¡Ah! Lo olvidaba. El otro día.

En una sesión del Congreso de los Diputados.

Se votaron cinco mil trescientas y pico enmiendas.

P.G.E.

¡Vaya, vaya! Menudo teatro o tablao, ni siquiera dan audiencia.

Por lo que, hemos llegado a la mayor de las jodiendas.

¡Perdón! Se han dado cuenta ¿Verdad?

He estado a punto de no mencionar la mierda. 

Lo dejo aquí. No quiero llegar tarde.

Me esperan para tomar algo de merienda.

https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=366404

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