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Una vez terminemos de expoliar a quien nos ha mantenido toda la vida.
¿No habrá otra forma o manera?
¿Estaremos en la única y por otro lado previsible salida?
Aún sabiendo lo que nos espera.
Obvio. Por lo poco que hemos hecho hasta ahora.
¡Claro que no ha sido suficiente!
Además, casi todo con prisas y demoras.
Para evitar que esto siguiera.
Olvidándonos de lo interior
Y
empeñados con lo exterior,
vacío y superficial, virtual y todo eso o aquello,
que está demasiado alejado del alcance de cualquiera.
Y si enfocáramos todo este funesto paradigma desde otro ángulo,
preguntándonos desde la más hipotética o rara tesis o hipótesis,
lo siguiente:
¿Es posible que si hubiera seres que, en el caso de que nos vieran?
Desde una de esas gigantescas estrellas de este u otro universo o estratosfera.
¿No creen ustedes que atónitos exclamarían?
¡Mirad, mirad! Terrícolas unidos por las circunstancias,
no por lo importante ni por lo natural o estructural, ahora resulta que
son ellos, los más acomodados o pudientes, quienes van en patera,
han atracados los lujosos yates, magníficos cruceros de las ricas navieras.
Y tratando de reflexionar e imaginar alocadamente, si cabe, un poco más:
¿Quedará algo de nosotros? ¿Astillas, cachos, polvo o pizcas, siquiera?
¿ Restos, tales como piedras tiznadas de salmuera?
Rocas, cementos u otras u otros ¿Posiblemente,
perdure aquello que se mantuviera,
como ha sido siempre, al resguardo de Ella?
Ésta sí que dejará, naturalmente, pruebas o suficientes huellas.
¡Que en paz descanse! Y que las Diosas y dioses.
Así también lo quieran.
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